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lunes, 18 de mayo de 2009

Del debate sobre el estado al estado del debate

Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Y bien es cierto que ni la maldad ni la bondad son ventaja alguna para aprender, alcanzar con suerte algo de sabiduría y seguir aprendiendo.

Durante años me he negado a ver en televisión, seguir por la radio o repasar al día siguiente en la prensa el "Debate del Estado de la Nación". Esto me ha aportado una serie de ventajas; no la menos importante es que al día siguiente del susodicho "debate" he podido leer los periódicos en tiempo récord.

El otro día me "pilló" una parte de ese "debate" en un sitio esperando y mira que - para acortar, amenizar o disimular la espera - habían colocado una de esas pantallas planas en la pared, y el programa era una transmisión desde el Congreso. Así que no tuve más remedio que aguantar la verborrea. Saqué tres conclusiones:

Me afirmo en lo dicho

... que son las razones por las que nunca he querido perder el tiempo viendo este tipo de acontecimientos.

  1. Hace años que no espero que haya debate público alguno en el Congreso o - si me apuran - en ningún gremio o foro institucional. Como he podido observar con frecuencia (por ejemplo en los Plenos de nuestro Ayuntamiento), las personas elegidas a representarnos en cargo público son una buena representación media de la capacidad de debate de la población; y ésta muestra la tendencia de ir reduciéndose a cero.
  2. L@s polític@s modern@s - es@s que conviven con los nuevos medios y defienden el actual modelo de democracia -, han aprendido que una buena sonrisa es más importante para la toma que una única frase coherente. Sin hablar de que saben perfectamente que el modelo de democracia que representan y defienden tiene tanto que ver con la democracia (así, a secas) como el protozoo con el microondas - ¡nada!
  3. Quien gobierna va a defender que está haciendo todo bien; y quien está en la oposición va a decir que quien gobierna está haciendo todo mal - y después se van tod@s junt@s a tomar café - ese que casi ningun@ de ell@s paga.
  4. Para debatir sobre el estado de este país me sobran las discusiones con mis gatos - a los que he tenido que cambiar la comida ya dos veces, reduciendo gastos. Y para saber lo que hay que saber de este estado, me sobra ver quién ha quedado en paro en mi bloque y quién (y durante cuánto tiempo) se ha reenganchado a trabajar, proporcionándole a nuestro pueblo una de las cosas que más necesita: pistas de pádel. (¡Con tilde, zoquetes!)
Sé perfectamente que las cosas importantes que se dicen l@s polític@s - a no ser que haya un desliz, vamos, un micro sin apagar - serán siempre off record, o sea tras puerta cerrada. Y sé que lo que voy a escuchar de sus bocas va a tener que ver con su afán de perfilarse, o con pactos previos, o con la imagen... pero nada con nuestra realidad.

Aprendo algo nuevo

Ver hablar a Zapatero me aporta exactamente lo mismo que ir a un pleno del Ayuntamiento de Castilleja de la Cuesta para oír hablar a nuestro alcalde. Y no sé para quién de los dos es más dura esta comparación:

Frases a medio acabar, respuestas a preguntas que no se hacen, una invitación al mal gusto (también de vestir, de moverse, de mirar y de gesticular, que me preocupan menos) de afrontar a l@s contrari@s con cualquier calificativo que descalifique... eso sí, con un "Señoría" por delante; interpretaciones por ridículas casi inocuas de las estadísticas (que aguantan todo, igual que l@s parad@s); y anuncios, más anuncios: lo que voy a hacer en el futuro (porque estoy gobernando), y lo que haría en el futuro (si gobernara).

No es que l@s demás se salven: Digo Zapatero como podría haber dicho remendón.

Lo que aprendo es que es@s que despotrican contra niñ@s, maestr@s y padres y madres porque ya no hay cultura del lenguaje, sirven de nefasto modelo a todo un país cuando se trata de hacer un uso del lenguaje correcto, adecuado y supeditado a su único fin razonable: El de comunicarse y comunicar contenidos - o por lo menos algo que tenga sentido (aunque carezca de contenido que es lo que parece ser el fin final de la retórica política).

Es cierto que precisamente l@s genios pasan sin pena ni gloria por la Historia Universal. Al contrario, reina la mediocridad y se impone como canon. En vez de que se propague y aplique Wittgenstein, reinan Zapatero, Rajoy y Cía.

La política a la calle

Está visto y comprobado que en política reina el mismo principio que en las altas finanzas: Cuanto peor hagan las cosas más se les promociona. Claro que esta valoración depende del punto de vista: Peor para el bienestar de este país - entendiendo país como el conjunto de la población y su entorno. Porque sí están haciendo algo muy bien: mostrar lo rápido y fácil que se puede mandar todo al garete cuando lo que prevalece es la ineptitud. Mientras tanto se forran y siguen haciendo favores a quienes les van a colocar el día de mañana, cuando dejen de hacer política.

Es muy fácil presumir de ser polític@ y hacer política cuando las cosas marchan. Cuando el viento va en contra es cuando se muestran las aptitudes. Y las que imperan son las habilidades de mangonear.

Mientras el foro principal en donde se haga política quede reducido a despachos y las cuentas sólo se rinden (que es un decir) en las siguientes elecciones, es muy fácil hacer chapuzas, poner la mano y salirse con la suya. Si algún día despertamos y nos damos cuenta que el lugar de la política es la calle, se acabaron los mangoneos tras puerta cerrada.

Casi a la fuerza vi una parte del Debate sobre el Estado de la Nación. Voluntariamente concluyo: Doy fe de una muestra del lamentable estado del Estado.