Podría preocuparme tal preocupación por las lluvias si se debiera al miedo porque nos podrían acarrear un aumento -por leve que sea- de la radioactividad. Esa radioactividad que se está esparciendo por tierra, mar y aire (como un despliegue consciente y hostil imposible de frenar) desde las lejanas tierras del sol naciente.
También podría preocuparme tal preocupación si fuera porque l@s campesin@s no saben afrontar, acostumbrad@s a otros ciclos climáticos, las posibles consecuencias si se mantienen estas regadas por más tiempo del que les conviene.
Además, me podría preocupar tal preocupación si escuchara decir a l@s ancian@s del pueblo -que de esto siempre saben mucho- que estos aguaceros no se ven desde la más tierna niñez y "a ver si va a ser verda' eso del cambio climático".
Y por terminar con un puntito económico -que de eso ahora va todo y todo el mundo entiende- podría preocuparme tal preocupación si se debiera a que los bares, restaurantes y cafeterías van a tener mucho menos negocio en esta semana del acostumbrado y esperado. Mala cosa esa porque hoy cualquier céntimo perdido es un céntimo más que se sigue debiendo a los bancos.
Pero parece ser que lo único que preocupa es si los hombres y las mujeres dispuest@s a emular una tradición de dudoso rigor histórico, de dudosa trascendencia moral y de más que dudoso valor pedagógico, van a poder salir con esos insufribles pesos a los hombros para sacar a paseo a efigies e iconos, a cuales se atribuye toda suerte de facultades milagrosas - menos una: la de poder soportar una lluvia que no fue enviada, parece ser, precisamente por el así llamado anticristo.
Pero parece ser que lo único que preocupa es si los hombres y las mujeres dispuest@s a emular una tradición de dudoso rigor histórico, de dudosa trascendencia moral y de más que dudoso valor pedagógico, van a poder salir con esos insufribles pesos a los hombros para sacar a paseo a efigies e iconos, a cuales se atribuye toda suerte de facultades milagrosas - menos una: la de poder soportar una lluvia que no fue enviada, parece ser, precisamente por el así llamado anticristo.
En realidad y conociendo más que bien exacerbaciones religiosas de este tipo y peores, me quiero limitar en el exabrupto de hoy -como seguramente calificarán quienes en nombre y representación han de sentir la ofensa que este texto representa- a dos aspectos que me han llamado la atención: Uno que no entiendo y otro que ha sido tema en este pueblo durante unos años.
El primero: El hecho que se celebre por todas partes (y, en particular en círculos progresistas) que se haya obtenido un permiso generalizado para que las mujeres pudieran participar (parece ser y si lo he entendido bien) de pleno derecho en toda esta parafernalia.
Entiendo la lucha de las mujeres por trabajar en las minas. Era una necesidad existencial.
Entiendo la lucha de las mujeres por el sufragio universal. Es un derecho cívico.
Entiendo la lucha de las mujeres por la libre decisión de aborto. Es un derecho personal.
Pero luchar por el derecho de llevar a cuestas símbolos de su máxima opresión... Esto no se puede interpretar de otra manera que la extensión del Síndrome de Estocolmo a toda una sociedad. Aquí hay campo de estudios para todo un ejército de estudiantes de psicología.
El segundo: Apenas se han escuchado este año las salvas de cohetes y otros artilugios de ruido que la comunidad religiosa le impone al resto de la sociedad porque sí.
Fue, entre otros, este blog un foro para todas aquellas personas que estaban visceralmente hartas de los fuegos artificiales y en exceso ruidosos que acompañaban las arengas y los fervores religioses. Todo ello en horarios en que bebés, personas enfermas o personas normales con un bioritmo natural intentaban conciliar el sueño.
De nada servían quejas o denuncias. La falta de voluntad política de hacer efectiva la separación entre Iglesia y Estado, de poner en marcha Ordenazas Administrativas que regulen fenómenos como éste, y el interés político de hacerle la ola a uno de los poderes fáctico, la iglesia... Todo esto hacía de la fiesta de la cristiandad un calvario para quienes no creen o, mejor dicho, no siguen los dictados de una Iglesia que dice ser la única representante de la verdadera fe en la Tierra.
Pues parece que ser las ausencias básicamente han sido sonadas, que diga no han sonado como solían sonar.
Manos mal que han quedado ausentes en todo este tinglado las verdaderas vírgenes, los verdaderos santos y los verdaderos ruidos.