Por mi propia descendencia, pero también por la de otra gente que frecuento, sé que durante los primeros años de sus vidas, l@s niñ@s en esta nuestra cultura judaico-cristiana se crían acompañad@s de uno de los mitos más importantes y más duraderos del entramado filosófico religioso: Los 3 reyes magos (que de magos no tienen nada y aunque practiquemos la escatología de aquí hasta el fin de los tiempos).
He visto a padres y madres del todo aconfesionales que, por no confrontar a su prole en las edades dulces e inocentes (y más vulnerables) con el confrontamiento y el desencanto, han preferido (y prefieren) dejar (y hasta estimular) la creencia de que los 3 susodichos reyes existen, que en la noche del 5 al 6 de enero llegan -por arte clónico- al meridiano de su población (y hasta de su calle), que, mientras l@s niñ@s están durmiendo, depositan los regalos que est@s se van a encontrar a la mañana siguiente cuando se levanten.
Y digo "por evitar el confrontamiento" porque la guardería, el cole y los anuncios televisivos (amén de los adornos callejeros e institucionales), y hasta el mismo evento de la cabalgata, organizada, pregonada y financiada con medios públicos... todo esto y mucho más posiciona a una madre y a un padre que prefiriera no transmitir esta mitología a su descendencia en una confrontación seria de credibilidad, autoridad pedagógica y de autoridad "moral" frente al resto de las "instituciones" de este país.
Y digo "desencanto" porque las expectativas (nada baladís) que se crean en l@s niños están asociadas a un premio (o varios), consistente en objetos codiciados de primer nivel: juguetes, libros, películas, chucherías y otros encantos infantiles (o menos infantiles).
Está esta "tradición" (dícese así de toda costumbre arraigada y sancionada por todas las autoridades civiles y espirituales, comúnmente una doctrina) tan sumamente bien "construida" que desde la última semana escolar en diciembre, cuando "l@s reyes (y reinas, que muchas veces son madres) mag@s acuden a las clases de l@s más pequeñ@s, y l@s maestr@s aleccionan a l@s niñ@s a escribir las cartas que ha de llevar el cartero (nunca una cartera), nuestr@s hij@s desarrollan una especie de fiebre difícilmente contenida - por suerte o "desventura" compartida con otras mitologías de carácter similar (la de la "noche buena" y la de papa Noël).
(Permitidme un paréntesis acerca de las tradiciones y su continua legitimidad poco racional y reflexiva:
Seguramente habrá puristas de la "tradición" que insistirán en que "de toda la vida de dios" la fiesta "de los regalos" ha sido y, por eso, tiene que seguir siéndolo, la de "reyes". Pero también es cierto (y múltiples encuestas y las cifras de ventas lo avalan) que la absoluta mayoría de las personas en España han sustituido "reyes" por la "noche buena", o celebran ambas - como mejor pueden.
Parece ser que no existe apenas una diferencia palpable entre la celebración de una fiesta y otra. Por mucho que l@s defensoras y defensores de la tradición lo quieran, o sigan insistiendo en ésta como mazo legitimador de actos socialmente "extendidos", la "doctrina" de la celebración de la noche buena se ha instalado, adquiriendo el mismo carácter de "corriente social" que "los reyes", pero con un fundamento "totalmente distinto".
Se cierra el paréntesis.)
Una de las preguntas que más interés suscita en nuestr@s pequeñ@s es la de si lo que va a caer es carbón, son regalos, o algo de ambas cosas - en donde la cuestión nuevamente es: ¿Qué predominará?
Y esta cuestión se resuelve con la propiedad típica de todas las cuestiones de la mitología religiosa: a través de la moral. Si has sido buen@, los "reyes te traerán muchos regalos" y, desde luego", los que deseas. Y si has sido mal@, los "reyes te traerán carbón". Y dependiendo del grado de maldad o buen comportamiento habrá las correspondientes "mezclas" de ambas alternativas.
Desde siempre esta cuestión moral como condicionante para la satisfacción de los deseos de un@s niñ@s, que han aprendido "bien aprendido" que la buena moralidad se ve premiada en esta vida con la satisfacción de las necesidades materiales, y la mala moralidad se ve castigada con la frustración de las necesidades materiales, ha sido - una vez más - más bien un distintivo de clase que de conducta moral.
Igual que sucede con la Ley u otras dimensiones de carácter social, el hecho de disponer de abundancia material o de carecer de ella, eleva o disminuye de forma correspondiente el valor humano:
Quien tiene mucho dinero se puede permitir la misma infracción legal que quien tiene poco, pero las consecuencias para l@s un@s y para l@s otr@s son radicalmente distintas: Gracias a buenos y caros bufetes de abogad@s, quien dispone del suficiente poder financiero sale notablemente mejor parad@ que quien tiene menos.
Lo mismo sucede con los regalos y el carbón: Quien tiene mucho dinero puede hacer que "los reyes" obsequien a sus hij@s con una cantidad de regalos infinitamente mayor que quien tiene poco.
¿Alguien pensará que eso se debe a que la gente con mucho dinero o, para precisar, l@s hij@s de la gente con mucho dinero han tenido una conducta, moralmente dicho, merecedora de más regalos que l@s hijos de la gente con menos dinero?
Nadie - quizás con la excepción de l@s más acérrim@s defensores y defensoras de este nuestro sistema de valores - se atreverá a hacer tan tremenda afirmación - por lo menos públicamente. Pero la cuestión abierta es ineludible: Todas aquellas personas que no disponen de los medios para (medianamente) satisfacer de una forma amplia (o decorosa) los deseos de sus hij@s, ¿qué exactamente piensan explicarles?
¿Que así lo quiso dios? ¿Que quienes sufren las penurias en esta vida deben poner la vista en el mas allá? ¿Que papá y mamá han sido incapaces (o un@s inept@s, o un@s inmorales) de disponer de otros medios para qué?... ¿Para que sus hij@s sean moralmente mejores, o sea se merezcan otra cosa que carbón, u otra cosa que mucho carbón y algún juguetito barato de plástico que a la semana se ha estropeado? Mientras sus compañer@s de juego de hogares mejor situados alardean (como es normal para l@s niñ@s de esta edad) con el montón de "premios" que han recibido - ¿por su mejor conducta moral?
No cuento aquí nada nuevo: Este fenómeno existe desde los tiempos de los tiempos. Desde que existe la moralidad como modelo explicativo que pretende afirmar y consagrar la estructura social que favorece a l@s poderos@s y pretende contentar (con el más allá) a l@s desfavorecid@s. Desde que existe un modelo económico y de sociedad que propaga que hacerse con riquezas (aún a costa de otr@s) es una categoría moral positiva. Y que quien no tiene l@s medios necesari@s es un@ pobre infeliz que arrastra el estigma de la amoralidad (en potencia o de hecho).
Así, aspirar a la mejora individual de las condiciones materiales se ha definido como un fin en sí mismo, a la superación de la condición de pobre... a pertenecer al club de l@s ric@s.
Y todo ello en vez de cuestionar el modelo social y económico en que vivimos y que (la absoluta mayoría de la población - de este planeta, de este país y de Castilleja de la Cuesta) padecemos.
¿Y nuestr@s hij@s? Con los años superarán esta percepción infantil que haga que se sientan más desgraciad@s que otr@s y que piensen que no son tan buen@s... ¿Por qué? ¿Por pertenecer a una clase social que hace que sea imposible satisfacer todos aquellos deseos que la industria del ocio entiende bien por transmitir como los únicos que merecen la pena tener?
Cualquier especialista en la materia nos sabe decir qué pasará con estas pequeñas personas cuando hayan crecido y se hayan transformado en personas grandes.
El complejo de inferioridad, la asunción de la condición social como estigma, el profundo rencor y la ira, la frustración continua instalada como hábito - ¿resultado de la tradición?
No, seamos un poco menos estúpid@s: La tradición es un vehículo. Y éste pretende que todo quede como está.
Todo ello es resultado de que no seremos nunca capaces de explicarle a un@ niñ@ por qué pertenecer a la clase obrera es una mancha. Y nunca seremos capaces de explicarle que quedarse en paro, ser despedid@, tener menos dinero y... tener menos regalos no tiene nada que ver con haber sido mal@s ni buen@s.
Porque este año, más que nunca, los regalos que abundan consisten en facturas, embargos y miles de millones para las altas finanzas...
Iniciativa para comentar libremente lo que sucede en Castilleja, intercambiar información, desvelar "secretos", crear conciencia y fomentar la rebeldía...
lunes, 5 de enero de 2009
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2 comentarios:
A mí este tipo de desfiles, desde los que se arrojan "panecitos" y caramelos al "populacho" me recuerdan únicamente a las salidas de los ricos en días señalados, en las que ofrecían a los mendigos y a los pobres del burgo las limosnas que les hacían pasar por buenas personas.
Las buenas personas que amasaban la riqueza y vivían en la opulencia mientras que parte de la población vivía en la indigencia y se moría de hambre. Como sucede hoy también.
Per, ¡mantengamos la ilusión!
Estuve viendo la cabalgata, y os tengo que felicitar, y una cosa que me agrado bastante fue ver a todos los consejales juntos, bueno a casi todos, porque no vi a la consejala de festejo, y si no estaba alli pendiente de algo tan impotante como es la cabalgata, a que acude esta señora por favor ya esta bien de chupar del bote, que son 4 meses que no hace nada y creo que sigue copbrando de un dinero que es del pueblo, es algo muy serio
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